un encuentro deseado en un momento inesperado

Algo me decía que ayer veinticinco de septiembre aparecerías de alguna u otra manera en mi vida. No fue así. Las horas pasaron y ningún signo tuyo hubo en él, salvo el recuerdo que diariamente y en todo momento me acompaña. Sí, es cierto, me resulta aún muy difícil transitar por la vida sin que tu imagen aparezca en cada una de las cosas que durante mis días sin ti suceden. Pero mi intuición de ayer se refería a algo más concreto, una llamada, un mensaje, alguna noticia tuya; sin embargo no hubo nada. Este equivocado pensamiento tiene origen en algo simple, muy simple, cuya explicación omitiré en este texto por su misma simple naturaleza y porque evidentemente resultó ser falaz.

 

Sin embargo fue hoy cuando inesperadamente te vi de nuevo, después de estas largas semanas de ausencia. Cuando regresaba del auditorio y caminaba dirigiéndome a la salida, entre las personas que aún permanecían cerca de la cafetería del edificio, vi que alguien se levantó de una silla cuya figura me pareció familiar. Para ser honesto, no tuve la certeza de que fueras tú sino hasta que, a punto de descender por las escaleras hacia la puerta principal, hice un alto y regresé a despejar mi duda. A través de las rejas que separan los elevadores y el cuarto de cafetería finalmente mi suposición fue confirmada; eras tú acompañada de la inagotable belleza que te caracteriza.

 

Mi ritmo cardiaco se aceleró y una especie de angustia invadió mi ser. No te voy a mentir, dudé acerca de saludarte o no. Supongo que esa duda es el resultado de la incertidumbre que experimento estando lejos de ti; ese no saber cuál será el producto de un nuevo encuentro contigo; o simplemente, quizás un poco de orgullo en mi persona. Salí inmediatamente para encender un cigarrillo y caminé para despejar un poco mi mente.

 

Llegué y me paré frente a ti; estabas en el teléfono aún. Entre saludos, comentarios acerca de la recurrente coincidencia de vestirnos con los mismos colores y una breve actualización de las últimas noticias de nuestras vidas transcurrieron algunos minutos. Estuve nuevamente sentado frente a la mujer que me ha hecho perder la cabeza, la que desde hace un mes toma serenamente su tiempo y espacio para estar consigo misma mientras reflexiona sobre de la posibilidad de volver a mí. Sentí un gran temor de observar tus ojos y no encontrar amor en ellos; y por el contrario, encontrar desprecio.

 

No era un te amo lo que tus ojos ofrecían a los míos, pero tampoco desprecio. Más bien, encontré en ti a una mujer equilibrada, serena, que transita por una etapa en la que se observa y aprende de sí misma. Al menos es la impresión que me dio tu actitud. No puedo decir que te vi feliz, pero sí te percibí muy tranquila. Me da gusto verte bien, aún cuando yo no tenga que ver en ello.

 

“¿Cómo estás?”, preguntaste un par de veces. Dije que bien, que no significa que sea feliz. Te extraño mucho y me hubiera gustado decírtelo. Nos conocemos casi a la perfección y sabemos que ambos tenemos la capacidad suficiente para estar separados poco o mucho tiempo, pero yo no estoy feliz. Simplemente estoy bien.

 

Estar sin ti, hasta ahora, ha sido sentirme incompleto. Me haces falta y hay momentos en los que todo tiene un sinsabor particular. Salvo el día de ayer, algo me ha dicho durante todos estos días que esta vez no regresarás a mí. Y tu mirada hoy apoyaba esa idea. Sinceramente no creo que vuelvas como lo has hecho algunas otras veces; y hasta hoy con ello debo vivir para mantenerme con los pies firmes sobre la tierra.

~ por erickfranco en 26 septiembre, 2005.

2 respuestas to “un encuentro deseado en un momento inesperado”

  1. que palabras tan profundas y tan tristes a la vez, de lo mas trsite que he leído en mi vida…muy bueno!!!

  2. mi corazon:el corazon es fuerza solo vive tu realeza………….y este corazon que te robaste cuando te marchaste y te marchaste con mis besos y mis sueños -.-.-.- sigue ardiendo este corazon

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